Siempre hay pinceladas que nos pueden ayudar a ver las cosas de forma diferente. Los relatos son pequeñas historias que nos acercan a la realidad o a la fantasía sin dejarnos indiferentes. Con esa única intención me gusta colaborar con Miciudadreal.es.
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Comestibles
Loli, para siempre mi tienda de al lado
A veces me pregunto por qué me
estoy volviendo tan emotivo con cosas que antes apenas notaba. Pero estoy en
esa fase. Seguro que esos pequeños detalles sucedían igual antes, porque la
vida sigue su curso, su maravilloso curso natural, siempre en constante
movimiento y cambio. Y tal vez ese sea el motivo real, que yo también estoy
cambiando: me transformo y adapto.
Desde que tengo memoria, cada
mañana, tras aparcar el coche, el aroma a pan recién hecho despertaba las
mejores imágenes de mi infancia. No importaba el día, llegar al trabajo no me
suponía un esfuerzo, porque con ese estímulo algo cambiaba en mi cerebro. Mi
boca salivaba e inyectaba adrenalina en mi corazón, permitiéndome empezar la
jornada con una actitud positiva.
Durante mucho tiempo, ese
escenario parecía grabado en piedra y se repetía de manera mágica, en un ciclo
que anestesiaba la rutina con calma y estabilidad. Para mí, era de gran ayuda.
Sin embargo, todo tiene una razón de ser, todo existe porque alguien o algo
provoca esa reacción. Te das cuenta de lo importante que era solo cuando
desaparece. Lo echas tanto de menos que buscas excusas para convencerte de que
no era tan crucial.
Pues eso mismo me pasó al ver
el cartel de “Se vende” en la tienda de comestibles del barrio donde tengo mi
negocio. Os puedo asegurar que sentí un escalofrío recorriendo mi columna, y
todavía soy capaz de sentirlo. «¿Cómo es que Loli cierra su tienda?». Intenté
olfatear como un sabueso en busca de algún rastro de magdalenas, panecillos,
bollos o lo que fuera, para sosegar la ansiedad de ver las puertas cerradas.
Fue como una puñalada directa al futuro: nunca más estará su sonrisa tras el
mostrador para darme los buenos días y ofrecerme la mejor barra de pan.
Si miro hacia atrás, es como
el cielo y el sol, da la impresión de que siempre han estado presentes, y que
Loli era parte de esta gran representación que es el mundo real. Esa esquina
era su esquina, justo en la confluencia entre la calle Las Cañas y Quevedo en
Ciudad Real, capital. Un lugar estratégico, situado en tierra de nadie, que nos
salvaba a muchos de quedarnos sin el aderezo perfecto para la comida, el
desayuno, la merienda, además de otros muchos productos que llenaban las
estanterías de su pequeño y acogedor local.
Me alegra saber que ahora está
disfrutando del merecido descanso de la jubilación y del tiempo libre que tanto
extrañó durante las interminables jornadas que suelen tener las pequeñas
tiendas de barrio para subsistir y atender a los vecinos, pero ¡esto no se
hace, Loli! ¿Qué vamos a hacer sin ti?
Tendré que consolarme con
pasar por tu esquina y dejar que mi mente recree aquellos recuerdos con la
imaginación, porque estoy convencido de que estos lugares van a ser devorados
por la nueva sociedad, que no permite que los pequeños negocios floten en esta
economía.
¡Gracias, Loli, por tu
dedicación y pasión durante todos estos años!
Julián García Gallego —Sin
palabras mudas— 28-04-2024
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