sábado, 23 de diciembre de 2023

Deseo de Navidad


 

Deseo de Navidad

De pequeño, buscaba con la mirada la estrella que brillaba en la copa del abeto de Navidad que había en el comedor; tenía la sensación de que si lograba subirme y acariciarla, mis deseos se harían realidad. En alguna ocasión, con la ayuda de una silla de madera o encaramado sobre la mesa, me atreví a poner en práctica aquella ilusión. Reunía valor y, con un poco de astucia para no ser descubierto en el intento, ponía en práctica la operación.

Una noche, justo la noche antes de Nochebuena, todo estaba saliendo perfecto. Sobre la mesita de centro coloqué un pequeño taburete y sobre él una cajita de acero que contenía el típico surtido de galletas de esas fechas. Las luces parpadeaban sobre mis pupilas, y aquellos destellos se multiplicaron por el infinito cuando se reflejaban sobre las bolas y adornos que pendían de las ramas de aquel enorme árbol.

En mi inocencia, sostenida por la corta edad que auspician los siete años, el robot y la pelota que había pedido en la carta ya estaban llegando a casa, rubricados por haber logrado mi reto de la estrella. Ya casi rozaba la estela en tonos dorados con la yema de los dedos, a menos de un palmo de conquistar mis anhelados regalos, mientras intentaba mantener el equilibrio imposible sobre la torre diseñada por mi imaginación, cuando vi mi caída al precipicio. El estruendo fue ensordecedor. No solo por el golpe que recibieron mis costillas y trasero contra el suelo, sino porque en mi intento infructuoso de librarme del trompazo, agarré con fuerza una de las figuritas con forma de campana; lo que produjo la debacle final: como si de la tala de un gran tronco se tratara, abeto y adornos me dejaron sepultado bajo una lluvia de lucecitas tintineantes. Magullado y dolorido, no dije ni palabra para no ser descubierto. Pero sirvió de poco. En un abrir y cerrar de ojos, estaba rodeado de mamá, papá y la mocosa de mi hermana, que se partía de risa al verme atrapado bajo una montaña de resplandecientes adornos.

Sobre mi cabeza, la estrella de Navidad se quedó enredada en mi pelo y aproveché para acariciarla antes de que me la arrebatasen para darme la merecida regañina. Sin embargo, fue lo contrario. Mientras volvíamos a poner en pie el desaguisado que había montado, sentí el verdadero espíritu de la Navidad. Entre arrumacos, bromas y villancicos dejamos todo listo para recibir la llegada del niño Jesús. Lo pasamos en grande, hasta llegué a olvidar el motivo que había originado esa noche mágica.

A la mañana siguiente, desperté convencido de que mi deseo no se iba a cumplir, que la pelota y el robot no estarían bajo las ramas del árbol. Y así fue. En su lugar, un libro y juego de construcción fueron sus sustitutos. Pero comprendí que lo sucedido la noche anterior había sido mi mejor regalo; descubrir lo que verdaderamente importaba.

La Navidad siempre me trae grandes recuerdos en familia. Aunque también tengo que reconocer que de algo sirvieron los moratones en el culete. Justo al año siguiente, un fantástico robot y un balón a franjas blancas y negras me esperaban para sorprenderme.

Después de todo, parece que estas fechas mezclan ambas cosas, ilusión y amor.

 

Felices Fiestas a todos.

 

Julián García Gallego (Sin palabras mudas)


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuéntame con Julián García Gallego ImasTv

  Cuéntame con Julián García Gallego