sábado, 5 de febrero de 2022

Olor a jazmín

 

OLOR A JAZMÍN


    Aquella diminuta pompa de jabón cruzó ante mí. Me quedé quieto, de pie, buscando con la mirada su procedencia. Me pareció fascinante su vuelo. 

    Una pequeña, de pelo rizado y rubia como el sol, las hacía volar a escasos metros. Mojaba suavemente en el  “pompero”, levantaba su barbilla al cielo y soplaba dulcemente. El jabón iba tomando forma con la suave brisa que salía entre sus labios, crecía y crecía hasta el límite. Aquella esfera ascendía y desafiaba su destino, intentado sobrevivir con la fragilidad de su piel tan fina.  

    Las sonrisas y algarabías de entusiasmo daban colorido a la banda sonora del momento. Ella, girando sobre sus tobillos, acompañaba su vuelo con la mirada y las veía difuminarse en el radiante cielo. No pude resistirme y me acerqué. Ella se percató de mi presencia y me recibió con una mirada de complicidad. Me invitó a pedir un deseo y soplar. Acepté y vi alejarse mi sueño transparente.

    No me perdí ni un instante de su recorrido. Tuve, durante su revoloteo, infinidad de sensaciones. Preocupado por si sería capaz de alcanzar gran altura, dudas, de si vencería al viento cuando se elevase, y con los parpados entre abiertos, rezando, por no verla perder el aire que contenía al estallar en plena subida. Pensé que quizás nuestras grandes ilusiones eran como aquellas pompas de jabón, delicadas y bellas, y nosotros ávidos por no verlas desvanecerse. Depositando pequeños granitos de nosotros mismos en su interior con la esperanza de ver cumplidos nuestros sueños.

Hoy, que anoto casi ocho décadas en mi diario, sigo viendo a aquella niña en mis paseos diurnos. La veo corriendo y jugando a pedir deseos, enjaulados en cárceles transparentes de olor a jazmín, y me pregunto si gran parte de lo que he logrado me lo consiguió ella. Si aquel soplo inocente fue concedido, y mi pompa de jabón aún continúa surcando el universo.

 Retrocedo al pasado y me reconozco cogiendo aire en los carrillos, mojando tenuemente en el jabón y dejándole en libertad entre los labios, casi sin abrir, intentando soltarlo con delicadeza, para no fracturar las paredes del improvisado recipiente. Mi pompa de deseos.

Creo que lo logré, allí iban todas mis fantasías y muchas se cumplieron.


JYDC (Sin palabras mudas)







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