En la soledad de la lúgubre tristeza,
me despido de ti, tal que si me lacerasen el alma. Sé que ayer odiaba todo lo
que me traía recuerdos sobre nosotros, pero entonces no sabía que jamás te
volvería a ver. Tampoco pensé que el guion, en el trigésimo acto, detendría la
escena en seco y la dejaría en puntos suspensivos, y que eliminaría tu papel de
protagonista. No sé cómo retroceder y pedir perdón por
tantos agravios cometidos, pues siempre pensé que podría arrepentirme, colocar bálsamos
que aliviasen las ofensas que ambos dejamos crecer, como se hace con el
desprecio y la desgana. Duele, y lo hace porque yo te amaba, y la única e
injusta manera que tuve para afrontar tu rechazo fue alejarte de mí, para
protegerme. ¡Maldito ego!, me hizo emborronar una amistad, cubriendo de
insultos todo lo que tú me diste. No supe poner las ideas en su sitio, dejé
entrar a los fantasmas que devoran la razón, y ahora no hay vuelta atrás.
Sentada en el último banco, escondida
como un animal herido, observo tu féretro cubierto de destellos multicolores,
flores de amigos y seres queridos. Y yo con ganas de gritar. Me encuentro aturdida
por haber permitido este alejamiento, del que me encargué de adornar con
escenas de niñata mimada. Pataletas dramáticas, que solo me pusieron en
evidencia a mí. No soy capaz ni de alzar la mirada, rehúyo la posibilidad de
que me reconozcan. Aunque sé que todos saben que estoy aquí, ¡cómo iba a faltar
la desequilibrada! Nadie me dirige un gesto, y lo entiendo.
Debería marcharme y llorar en privado,
pero creo que te lo debo. Quizás sea la única cosa buena que he hecho en los
últimos años. Voy a mantenerme firme, con respeto, y no voy a reaccionar a las
posibles embestidas. Aunque soy consciente de que me las merezco. Tú no dejaste
de consolarme, de anteponer nuestra amistad a este huracán cegado por la
envidia en el que me he convertido. Toda esa familia que te arropa fue una vez mía,
besos y caricias que aplacaban las ansias de mi corazón. Hoy en día, solo son
personas desconocidas a las que me encargué de apartar con odio y desesperación.
Mi rostro refleja el agotamiento, se dedica a marcar las arrugas que ocasiona
el dolor, y las acentúa con estas espantosas lágrimas, que encima dan la
sensación de ser de cocodrilo, todos creen que son falsas. ¡No soporto
pertenecer a este cuerpo, me cambiaria por ti sin dudarlo!
El cementerio se ha ido quedando desnudo,
en silencio. A tu padre le ha costado dejarte encarcelado dentro de ese nicho
de aislamiento, pero la insistencia de tu hermano le ha alejado, no sin antes
mirarme de reojo. No me ha apuñalado con la mirada, al contrario, he sentido
compasión en su cara. Creo que ha sido el único que me ha transmitido empatía, sé
que sabe que yo amaba a su hijo con toda mi alma y que la mala estrella fue la
que truncó todo, que dotó de tintes horribles la relación. ¡Si es que se me
puede llamar mala estrella!, creo que me merezco el sobrenombre de “lucero de
la muerte”, cruel y desalmada. Estos celos que corroen mi interior arrasan con
todo, quemando como el napalm, no entienden de sentimientos, y mucho menos de enamorados.
Con pasos asustados me he acercado
hasta donde descansas. El sudor frío se ha apoderado de mí, entumecida y
temblorosa, no soy capaz de articular palabra. Estas malditas gotas saladas se
han empeñado en enturbiarlo todo, se divierten conmigo, apuñalando cada intento
de pedirte perdón. Me ahogan, llenan de líquido mi garganta y me hacen toser, retuercen
las sílabas que intento ligar para rendirte mi perdón. Frases que ahora no
sirven de nada, sé que las cosas se deben hacer en vida, no cuando estás enjaulado
en una caja de madera que sella tu respuesta.
¡Ya está ahí la loca!, seguro que lo
ha pensado el enterrador, que es el único que queda. Mañana irá con la
comidilla a todo el pueblo. «Allí se presentó, sin vergüenza alguna. Con un
vestido de luto, ¡Como si le importase! No tubo ni una pizca de decencia» La
verdad, le entiendo, yo pensaría lo mismo si estuviese en su situación. Sin
saber toda la historia, sin conocer que de dentro de mí se ha ido la única
persona que me importaba. Seré la perturbada esa, la que lleva años detrás de
una sombra del pasado, pero me resbala.
Cuando abra este pequeño frasco voy a
empezar a soñar con hacer las cosas mejor. Un diminuto paso para liberarme y
descansar, ¡no puedo más! Esto no es vivir, es estar condenada, esposada a un
futuro que nunca tornará a mi favor. Serán unas gotitas de salvación para mí, amargos
recuerdos de un paseo que no supe disfrutar y al que no le debo más que
sufrimientos, y la mayoría engendrados por mi forma de ser. No puedo juzgar a
los que me lo dieron todo, fui yo, y nadie más que yo.
No pensaba que fuese a ser tan rápido, se me cierran los párpados. En breve habré logrado uno de mis deseos, aunque a costa de titulares y cuchicheos para el resto de la eternidad. Otra cosa en la que voy a volver a ser egoísta, solo pensando en mí. ¡No iba a ser menos, mis últimos alientos y son para humillarte aún más!
«Suicidio por amor. Un veneno pasional acaba con la vida de una mujer a pies de la tumba de su antiguo novio de la juventud»
Así rezarán las portadas de la prensa sensacionalista, o quizás solo
algún recorte de periódico. Tengo tan mala prensa que no valgo ni para noticia
de la semana. Si tengo suerte, algún columnista me dedicará unos párrafos
comparando la escena con Romeo y Julieta, tramas de amores no correspondidos y bocetos
de devaneos amatorios que atraerán a los apasionados por las tragicomedias y los
melodramas, más típicos de obras teatrales de épocas ancestrales.
… Han pasado unos segundos y ya no
siento casi nada, he dejado de notar las extremidades. Oigo mis pulsaciones, son
igual que golpecitos en el fondo de un pozo. Sé que son las postrimerías del final. En
breve todo será un mal recuerdo, y espero que sea así, que deje de percibir
todo este sufrimiento al que no he llegado a acostumbrarme. El aire que recorre
mis pulmones se ha ralentizado, intuyo cómo se reparte por cada célula de mi
cuerpo, pero lo hace a trompicones. Son mis las últimas bocanadas de aire
fresco y le doy gracias a Dios. Ya no podía más…
JYDC (Sin palabras mudas)
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